Trazar una cruz sobre la tierra con un cuchillo, rezar a Santa Clara o a la Virgen de la Carrodilla, marcar una cruz con sal o simplemente clavar un cuchillo en la tierra, son sólo algunas entre tantas creencias que se tienen en el campo para ahuyentar al temido y oscuro fantasma de las tormentas. Pero no siempre estos conjuros cumplen su cometido y las tormentas finalmente llegan, trayendo consigo malos augurios y arrebatando al productor de sus manos cansadas el sueño de todo un año de trabajo: obtener una fructífera cosecha.
Esta es una historia en donde el poder de nuestra madre tierra (como siempre, superior al deseo de los hombres), se llevó consigo las manifestaciones del trabajo de varios años... Corría la década del cuarenta en Mendoza, época en que vertiginosos procesos de crecimiento y cambio -impulsados por el liberalismo económico, la industrialización acelerada, las transferencias científicas y tecnológicas, el protagonismo de la gran inmigración (principalmente italiana) y las nuevas comunicaciones- llevaron a un gran auge en la vitivinicultura.
Hoy, más allá de la pérdida de sus hermosos techos de pinotea y caña, el desmedido saqueo de las tapas de sus piletas y equipos de bombeo (entre otras tantas cosas), sigue luciendo hermosa e imponente, albergando silenciosamente recuerdos de una Vieja La Paz productora de vinos, verduras y frutas, orejones y pasas, pero sobre todo, a esa La Paz productora de sueños.
Muy lindo el blog.
ResponderEliminarPensar que hay tantos de estos lugares... qué historias econderán!
Gracias por visitarnos!
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