Muros en Pie de casona en finca de Rodeo del Medio



Robustas pilas de paja y barro que van formando viviendas, rústicas fortalezas con techo de caña que aún hoy – en distintos estados de conservación- pueden apreciarse custodiando numerosas fincas de Mendoza.


En ellas seguramente se alojaron familias numerosas, donde en conjunto, padres e hijos labraron la tierra de sol a sol, siendo viñedos, frutales u hortalizas los que de alguna forma les prometieran aquel modesto pero anhelado porcentaje de ganancias, el que correspondía al contratista. Y es que sólo el fantasma de alguna helada temprana o una “manga” de piedra serían los encargados de arrebatarle ese sueño.





Por esos años, no se miraba al trabajo infantil como algo negativo,  es que ayudar a los padres con los quehaceres rurales no era nada más rendirle mejor al patrón con bajos costos operativos, sino buscar entre todos el pan, compartir momentos, aprender y formarlos para el futuro.

La escuela quedaba lejos, a veces a varios kilómetros, y no todos tenían la dicha de poder asistir a clases. Cuesta imaginar a “pequeños grandes niños” manejando tractores, o cargando al hombro pesadas azadas para controlar el turno de riego o erradicar maleza entre hileras o surcos, pero eran otros tiempos…




Hoy, gran parte de los jóvenes se aleja del campo, buscando nuevos horizontes profesionales en una acelerada pero prometedora vida de ciudad, sin saber quizás que la actividad rural se desploma lentamente con su partida, quedándose sin mano de obra, con amplias superficies de cultivos sin cosechar y hasta sin cultivar, dando lugar entonces a la creciente  tendencia de erradicar fértiles tierras para construir modernos complejos habitacionales…





Los tiempos cambian, y como viejos sabios que nos cuentan sus historias, también hay muros que nos dan su testimonio.





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